Cuando cruzas miradas con un hombre desnudo
en la frontera lúdica del cuerpo con su historia,
se abren los muslos prietos del placer sin escudo
lejos de tiempos muertos, en el idioma mudo
en que hablan los ojos, las manos, la memoria.
Tan virgen a sus labios como la vez primera
tan ausente de culpas, tan libre de precintos
tan puta como el vientre de la pasión requiera
entregarte inocente como la primavera
se entrega a la lujuria del dios de los instintos.
Y ser y conocerse en el hombre y su hombría
reconocer en ti la cruz de su moneda.
Cuando los cuerpos vibran la misma rebeldía
y las mentes disfrutan su perversa anarquía
de la magia del sexo se va abriendo la veda.
En la búsqueda eterna del milagro amoroso
abandonarse al hombre que te requiere ardido
es celebrar la vida, su misterio anchuroso
y oponerse a la muerte con el latir gozoso
por desnudar el cuerpo, el alma y el sentido.
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