En la frontera.
Contra viento y marea
desde las dunas móviles que se adaptan al tiempo
frágil de la conciencia.
Contra la miserable pérdida diaria
de diminutas neuronas
a horcajadas sobre la memoria.
Contra la paranoia del instinto
y el tacto de la mano sorprendida
en la piel del amante.
Contra el País de Nunca Jamás y la sonrisa
de millones de Alicias de durísimos muslos
y blandas bocas.
Contra la catástrofe de la emoción
y la retórica del reptil hastiado
de orgasmos cara al sol,
como las piedras.
Contra las voces bastardas
que sobreviven olvidos al este del edén
sin dientes transgresores.
Contra la escarcha lapidaria
del mármol definitivo de todos los cementerios.
Contra el séquito de Dios y sus voraces.
Contra mi sombra
y mi sombra
y mi sombra.
Un lápiz.
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