Al sur de la emoción, delgado frontispicio
del libro nunca escrito por mis manos caudales,
se agitan como niños en tenebroso hospicio,
no por más presos menos airosas catedrales.
Versos de cuerpo a tierra que se yerguen conmigo
para romper los moldes de arcaicas desmemorias,
claros antagonistas del crimen sin castigo
del letrálico feble embadurnado en glorias.
Como encendidas flores de histeria colectiva
me descubren insomne, una entre las mujeres
y a su guerra me azuzan cadavérica y viva,
con el clamor punzante de oscuros alfileres.
Me liberan de amnesias, me visten de feroces
luciérnagas mordientes y selváticos pumas.
Me rodean de cantos lujuriosos y voces
de quiméricos dioses y enigmáticas brumas.
Me rebelan instintos de fuego y dentellada,
de sangrante coral en atolón marino,
de meridianos 0 me nublan la mirada
y de infinitos besos me cubren el camino.
Vibrantes alunados iluminan fiordos
donde radican hielos de ingrávidas pulsiones,
si más gritan silencios, paradójicos sordos,
menos ciegos los ojos de mis contradicciones.
Espíritu de viento tu boca toca fondo
en infiernos ignotos para el propio Luzbel
y toca con sus labios mi corazón, tan hondo,
que en tu boca me escondo, corazón de papel.
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