Yo no voy a llorar por tonterías
de un tiro inoportuno,
o una mala patada
en las costillas de tu sobresalto,
ni siquiera por una nariz rota
por enésima vez,
o un muerto hijo de puta más o menos.
Tú no vas a llorar porque mis ojos
perdieran transparencia,
o mi boca no sepa sonreír
a fuerza de tragedias cotidianas
que el mundo desconoce,
ni por el casi anómalo
albor de mis cabellos.
No vamos a llorar porque la vida
pasara como un panzer sobre nuestras cabezas
y no exista el futuro que soñamos
o no sea el pasado, lugar para el cobijo.
Todavía podemos nadar durante horas
y hasta contracorriente,
sin doblegar la espalda,
y mirarnos las caras destruidas
sin miedo a lo que vemos,
porque el alma no entiende de miserias corpóreas
y no hay quien nos frene el pensamiento
sin pagar un peaje.
Yo no voy a llorar ni tú tampoco
por ser lo que ahora somos,
todo lo más, quizás, forzaremos el paso
en la calle de la melancolía,
por aquello de obviar lo inevitable
y reírnos del tiempo y sus estragos,
rompiendo los espejos.
Será mi parte enferma,
mi parte desahuciada,
la que persigue el cielo de tu boca,
pero, puedes jurarlo,
no me van a bajar tan fácilmente
al purgatorio de los victimismos.
Por algo nací en África,
donde habita la risa
jugando a la rayuela con la muerte.
de un tiro inoportuno,
o una mala patada
en las costillas de tu sobresalto,
ni siquiera por una nariz rota
por enésima vez,
o un muerto hijo de puta más o menos.
Tú no vas a llorar porque mis ojos
perdieran transparencia,
o mi boca no sepa sonreír
a fuerza de tragedias cotidianas
que el mundo desconoce,
ni por el casi anómalo
albor de mis cabellos.
No vamos a llorar porque la vida
pasara como un panzer sobre nuestras cabezas
y no exista el futuro que soñamos
o no sea el pasado, lugar para el cobijo.
Todavía podemos nadar durante horas
y hasta contracorriente,
sin doblegar la espalda,
y mirarnos las caras destruidas
sin miedo a lo que vemos,
porque el alma no entiende de miserias corpóreas
y no hay quien nos frene el pensamiento
sin pagar un peaje.
Yo no voy a llorar ni tú tampoco
por ser lo que ahora somos,
todo lo más, quizás, forzaremos el paso
en la calle de la melancolía,
por aquello de obviar lo inevitable
y reírnos del tiempo y sus estragos,
rompiendo los espejos.
Será mi parte enferma,
mi parte desahuciada,
la que persigue el cielo de tu boca,
pero, puedes jurarlo,
no me van a bajar tan fácilmente
al purgatorio de los victimismos.
Por algo nací en África,
donde habita la risa
jugando a la rayuela con la muerte.
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