Video de Isabel Reyes
Nunca sé dónde está
ni desde dónde llega
todo enigma
todo bala
a detenerse en mí
después de haber cruzado otro desierto más.
No sé si en Capadocia, en Israel,
en esa Praga-puente de mi histeria remota
o en un rincón ignoto
del África ancestral que le llora en la boca
cada vez que la pisa.
Si blanco, si amarillo, si niger o trigueño,
porque se mimetiza con la tierra
como un camaleón a la intemperie,
extranjero de sí
con el mundo por patria.
No sé y no me importa.
Él siempre está llegando a mis pupilas,
a mis pechos de nubia encadenada,
hasta el olor del miedo con el que me perfumo
cada noche de ausencia
en nombre de su nombre.
Él siempre está llegando
-estalactita de ámbar y amargura-
hambriento de mi vuelo,
como llegan los pájaros que emigran
cruzando continentes
al sitio en que nacieron a la vida.
Todas sus cicatrices,
todos los tatuajes de su cuerpo
-ebrio de ron sin marca-
le llevan hasta mí y mi espejismo
sobre sus Dardanelos memoriosos.
Para saber seguro dónde está
he de mirarme dentro. Nunca falla
el azimut del alma.
ni desde dónde llega
todo enigma
todo bala
a detenerse en mí
después de haber cruzado otro desierto más.
No sé si en Capadocia, en Israel,
en esa Praga-puente de mi histeria remota
o en un rincón ignoto
del África ancestral que le llora en la boca
cada vez que la pisa.
Si blanco, si amarillo, si niger o trigueño,
porque se mimetiza con la tierra
como un camaleón a la intemperie,
extranjero de sí
con el mundo por patria.
No sé y no me importa.
Él siempre está llegando a mis pupilas,
a mis pechos de nubia encadenada,
hasta el olor del miedo con el que me perfumo
cada noche de ausencia
en nombre de su nombre.
Él siempre está llegando
-estalactita de ámbar y amargura-
hambriento de mi vuelo,
como llegan los pájaros que emigran
cruzando continentes
al sitio en que nacieron a la vida.
Todas sus cicatrices,
todos los tatuajes de su cuerpo
-ebrio de ron sin marca-
le llevan hasta mí y mi espejismo
sobre sus Dardanelos memoriosos.
Para saber seguro dónde está
he de mirarme dentro. Nunca falla
el azimut del alma.
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